Recuerdo de un héroe misionero que cayó en Malvinas y vive en el corazón de su madre
“Yo estoy bien, aunque pasamos un poco de frío. Los ingleses están atacando mucho y están muy cerca, pero tengo esperanza que vamos a ganar y voy a volver para darles un abrazo fuerte…”, dice la carta, al final con letra temblorosa, tal vez por el asedio del enemigo que bombardeaba día y noche.
Tiempo después se supo que los superiores supervisaban la correspondencia que enviaban los soldados, por lo que estaban obligados a suavizar su contenido. Es decir, no podían contar que pasaban hambre y que el frío les calaba hasta los huesos.
Durante los dos meses que combatió en Malvinas, Alfredo Gregorio -nacido en Los Helechos- le escribió cuatro cartas a su familia. El 8 de junio firmó la última desde el “pozo”, la trinchera que albergó sus miedos y sus sueños. “Yo quería ir a las Malvinas porque pensaba que lo iba a encontrar vivo”, recordó su mamá, doña Yenni Da Silva.
Ella atesora esas cartas, ya un tanto amarillentas por el paso del tiempo, donde Alfredo plasmó sus vivencias en aquellas heladas tierras. Sería ingrato decir que sólo las lee. Las acaricia con el alma, las siente y se conecta con el aquel frío y aquellos pesares. Por momentos parece distante, como si ella misma sufriera el ataque que hace 35 años se cobró la vida de su hijo.
Doña Yenni tuvo once hijos, Alfredo fue el mayor y para ella nunca se fue del todo. Lo recuerda a diario, guapo para las labores de la chacra, responsable y bueno con sus hermanos. Y le gusta pensarlo como lo retrataron algunos soldados que viajaron con él en tren desde Monte Caseros, Corrientes, hasta Buenos Aires: guitarra en mano y cantando todo el viaje, animando a sus compañeros con la convicción de estar sirviendo a la Patria.
Recuerdo presente
Hoy, doña Yenni sostiene intacta la memoria de Alfredo. Un cuadro de él uniformado corona la sala de la casa y cada uno de sus diez hermanos tiene uno igual, legado de la madre. “Lo que más deseo es que lo tengan siempre en su memoria, que no se olviden que luchó por la Patria. Tengo una nieta que se llama Malvina y otra Soledad, y un nieto Alfredo, todo en recuerdo de él”, mencionó orgullosa.Alfredo falleció durante un bombardeo a Monte Kent, el 11 de junio del 1982, tres días antes del fin de la guerra. Fue sepultado en el cementerio de Puerto Darwin, donde su padre, don Juan Gregorio, lo visitó dos veces, una acompañado por dos hijos. En 1991 tuvieron la posibilidad de viajar por primera vez a las Islas, pero doña Yenni atravesaba problemas pulmonares y su médico le recomendó que no vaya.
“Yo quería ir a las Malvinas porque pensaba que lo iba a encontrar vivo allá. En realidad, es como que a veces todavía pienso eso”, reconoció con la mirada clavada en una carta.
El pasto de Malvinas
Del primer viaje a las Islas, don Juan regresó con lo único que pudo traer: un puñadito de pasto que aún hoy doña Yenni conserva en un canterito en homenaje a su hijo. Juan falleció hace cuatro años, a los 77, tras una vida pródiga de trabajo y dedicación a la familia.Al cabo de la guerra comenzó la incertidumbre por saber si Alfredo estaba vivo o no, y el gobierno poco hizo a favor de la verdad. “Primero nos dijeron que los soldados se quedaron en Malvinas como prisioneros de los ingleses para desarmar bomba. Más tarde que estaba desaparecido. Como al año, llegó un coronel de Buenos Aires para decirnos que había un seguro de vida a disposición, pero mi esposo nunca aceptó que paguen por la muerte de nuestro hijo”, relató.
Aquella visita del coronel fue la confirmación del deceso: “Sentí como un desierto en mi corazón”, graficó doña Yenni.
Recordó que de día trabajaba en el rosado y de noche, bajo la luz del petromax a querosene, se ponía a leer los diarios y revistas que compraba su esposo en Oberá tratando de encontrar el nombre o una foto de su hijo, ilusión que persiguieron vanamente tantas madres.
“Parece mentira, pero ya pasaron tantos años que se fue. Cuando mis otros hijos están en la mesa me da como un ahogo porque veo el lugar de Alfredo vacío. Hasta el día de hoy me está faltando y siempre me va faltar”, reconoció con la emoción hecha lágrima.
(Foto, gentileza Luciano Ferreyra)
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