El fantasma del Yazá habría sido una maestra embarazada que se quitó la vida en el arroyo


Don Vicente Gularte tiene 86 años y vivió toda la vida en cercanías del Yazá. Trabaja desde que tiene uso de razón y cobró su primer jornal a los 9 años, tras dos semanas de trabajo en un yerbal de San Pedro, donde lo mandó su madre porque se había quedado viuda y Vicente era el mayor de sus cuatro hijos.

Vivió en muchos lugares, pero siempre regresó al pago y desde hace años vive tranquilo en su rancho, a unos 200 metros del puente donde muchos dicen que vieron a la aparecida, esa alma en pena que algunos culpan de ocasionar accidentes y hasta muertos.

Es más, se reiteran testimonios de conductores que dicen haber atropellado a una mujer que supuestamente se les cruzó de golpe, pero cuando volvieron no hallaron ningún rastro del supuesto accidente.

Las hipótesis son varias, pero don Vicente tiene la suya y hasta asegura que conoció al fantasma, antes de su trágica muerte, en el mismo arroyo Yazá.

“Era una maestra de la escuelita del pueblo, creo que se llamaba Antonia Pacheco y no era de acá, parece que era correntina. Era buenita, mezquinaba mucho a la gurisada y le enseñaba bien. Yo tenía unos 20 años cuando la conocí. Trabajaba en un secadero y ella era amiga de la hija del patrón. A veces iba a comer y se quedaba toda la tarde en la chacra”, relató el anciano.

Por momentos pidió disculpas porque su memoria entreveraba fechas y acontecimientos; pero eso sí, nunca se olvidó del destino trágico de Antonia.

“Parece que empezó a salir con un muchacho, un capataz de una empresa del pueblo, pero el tipo era casado y ella quedó embarazada. Ahí se le vino la noche. Dicen que el hombre no se quiso hacer cargo de la criatura y le quiso llevar a una señora para que le saque, pero ella no quiso. Antes no era como ahora, que hay muchas guainitas embarazadas y tienen. Antes era una vergüenza para la chica y la familia, y ella no aguantó. Se vio muy sola, la pobrecita, y una mañana se tiró en el arroyo para terminar el sufrimiento. No sabía nadar y se ahogó”, recordó don Vicente.

Sobre las apariciones en el puente, corroboradas por lugareños y automovilistas, fue tajante: “Es la maestra Antonia que nunca tuvo paz por lo que hizo estando embarazada. Pero a mí me da tristeza, porque ella se enamoró y el tipo le hizo una mala jugada. Eso no se hace para una mujer. Ella se aparece porque está asustada y pide ayuda, no le quiere hacer mal a nadie, pero le tienen miedo. Ojalá algún día tenga paz esa pobre mujer. Ojalá descanse”.




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