Una chica tomó un remís hacia el Cementerio Sueco, pero al llegar bajó sin abrir la puerta y se perdió entre las tumbas
Paró el remís en la esquina de avenida San Martín y Buenos Aires, a eso de las once y media de la noche, bajo una lluvia torrencial de abril. Le pidió al conductor que la lleve hasta la intersección de ruta 103 y Picada Sarmiento. Usaba un vestido blanco y estaba muy mojada, no tenía paraguas ni cartera.
El chofer fijó destino y a las pocas cuadras quiso romper el hielo con el clásico tema del clima, pero la joven no le contestó. La observó por el retrovisor y le llamó la atención su belleza. Era pálida, muy delgada y tenía el cabello de color castaño claro, un poco más largo que la altura de los hombros.
Por el camino, cruzando la rotonda del Hospital Samic, un relámpago iluminó la noche y el remisero volvió a lanzar un comentario sobre el tiempo. “Sí llueve mucho, pero me gusta la lluvia porque limpia las almas”, le respondió ella y no dijo más nada.
El chofer se quedó sin argumentos. No entendió si fue un chiste o una reflexión más profunda. Eso sí, un escalofrío lo recorrió de punta a punta. Fue como un anuncio de lo que vería un par de minutos más tarde. Un presagio.
Al llegar al lugar indicado, la chica le pidió que gire a la derecha. Él puso el guiño y apenas recorrió 30 metros ella le dijo que se detenga. El resto es cosa de no creer. Cuando giró para verla, ella ya no estaba. Bajó sin abrir la puerta del coche. Por el resplandor de un rayo vislumbró la silueta femenina cruzando el portón del Cementerio Sueco.
Creyó que el corazón se saldría del pecho. Un sudor frío le mojó la espalda y aceleró a fondo, escapando del terror. Tuvo fiebre, perdió el apetito y tardó varios días en comentar lo sucedido.
Cuando al final se animó a relatar el suceso, sus compañeros de trabajo le dijeron que no era la primera vez que pasaba. Incluso, le contaron que un colega una vez quiso hacer una denuncia y los policías se le rieron en la cara.
Al final concluyeron que sería bueno rezar por ella y sellaron la anécdota con un Padre Nuestro.
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