Niños, mujeres y discapacitados víctimas de un violento intento de desalojo en el barrio Caballeriza



“Llegaron a las 7 de la mañana tumbando todo. No entendíamos nada, las criaturas empezaron a llorar y afuera gritaban que salgamos, que iban a prender fuego la casa. Que nos vayamos si no queríamos morir”, relató un vecino del barrio Caballeriza que el viernes fue víctima de un intento de desalojo por parte de empleados municipales y efectivos policiales.

La medida se concretó por una orden judicial a partir de una denuncia de la Municipalidad de Oberá por la intrusión de un sector de la reserva Mbotaby. Por su parte, los ocupantes denunciaron que no recibieron ningún tipo de aviso previo.

Según una fuente policial, en su denuncia el municipio argumentó que un grupo de personas había comenzado a marcar pequeñas parcelas y a construir precarias viviendas en el lugar, aunque aún nadie se encontraba viviendo allí. Pero al llegar los policías confirmaron que había familias enteras residiendo en el lugar. De todas formas, los vehículos municipales -incluida una retroexcavadora- avanzaron contra las casas, al tiempo que los empleados arremetieron con masas y barretas.

Gritos, llantos, desesperación. Uno de los afectados fue Ramón Melgarejo, albañil de 59 años y padre de una niña discapacitada de 8 años: “Yo no tengo posibilidades de comprar un terreno ni hacerme mi casa, por eso siempre alquilé. Pero a mediados de marzo la hija del ocupante anterior de esta tierra loteó los terrenos y empecé a pagar. Pero ahora resulta que la Municipalidad nos quiere sacar, siendo que acá siempre vivió gente”.

Tatiana Pintos (17) y Gustavo Olivera (22), padres de un bebé de cinco meses, comentaron que fueron corridos con amenazas, sin consideración alguna. “Nosotros somos del barrio y vivíamos en la casa de mi mamá, pero ya éramos muchos en la casa y no nos quedó otra que instalarnos acá. Sabemos que es parte de la reserva, aunque hace más de 30 años que hay varias casas y nadie nunca dijo nada”, comentó la joven.

Una situación similar padeció José Torres (27), cuya concubina está embarazada de su tercer hijo. “Estábamos durmiendo y llegaron a los gritos que nos teníamos que ir. Fue de terror, como si fuéramos los peores delincuentes”, lamentó.

Ante la resistencia de los vecinos, a media mañana el intendente Carlos Fernández ordenó dar marcha atrás con el desalojó. Otra muestra de la insensibilidad del gobierno municipal de turno. Los rastros del desastre quedaron a la vista.


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