El marido se negaba a separarse y ella contrató un sicario que lo asesinó a tiros


Claudia Rosa Pereyra Da Costa (44) cursó hasta tercer grado de la escuela primaria y luego empezó a trabajar en la chacra de sus padres, en El Soberbio, plantando tabaco y cuidando animales. A los 16 se convirtió en la concubina de Ángel Altísimo (44), vivieron juntos por casi 25 años y tuvieron cuatro hijos.
Ella misma, sus familiares y allegados mencionaron que no era una mujer feliz con su pareja y por eso quería separarse, a lo que el hombre siempre se opuso. Asistían a la iglesia evangélica y él argumentaba que la separación era mal vista en su congregación religiosa. “Nunca nos llevamos bien con mi marido. Él no funcionaba en la cama”, declaró en la instrucción.
En el juicio y oral y público contra Pereyra Da Silva y Lovis Ferreyra (35), condenados a prisión perpetua por planear y concretar el asesinato de Altísimo, una sobrina de la acusada señaló que “él no quería aceptar una separación, le importaba mucho la opinión de la sociedad. Ellos iban a la iglesia evangélica y los iban a juzgar, decía. Yo consideraba que eso era injusto para ella”.
Por su parte, un perito de la Policía de Misiones que trabajó en la escena del crimen recordó que encontró una Biblia en portugués que “tenía sólo una frase subrayada y se refería a una viuda. Eso me llamó la atención”.
Tal vez, por su instrucción, entorno e idiosincrasia, la mujer avizoró que para volver a empezar sería más factible convertirse en viuda que separarse de su marido.
En este punto, dos de sus hijas mencionaron que su padre les contó que su concubina lo amenazaba de muerte, lo que también fue corroborado por la sobrina. “Unos días antes mi papá me llamó y me dijo que mi mamá le apuntó con el revólver y le amenazó. Me contó que ella le dijo que lo iba a matar si no le dejaba irse de la casa”, declaró Camila Altísimo (23).
Por su parte, en Cámara Gesell, Andrea Altísimo (15) contó que “siempre discutían y una vez mi mamá agarró un cuchillo y amenazó a mí papá”.

Rastro telefónico 

En su primera declaración indagatoria Pereyra Da Costa se autoincriminó y reconoció que había tomado contacto con varios reclusos de la cárcel de Oberá para planear el asesinato de su concubino. Luego desmintió sus dichos iniciales y en el debate negó todas las acusaciones.
A Ferreyra lo incriminó la primera declaración de la mujer, como también una carta anónima recepcionada en la comisaría de El Soberbio y, sobre todo, el informe de la empresa de telefonía celular que lo ubicó en inmediaciones de la casa de la víctima a la hora del crimen.
En su alegato, la fiscal Estela Salguero brindó un pormenorizado detalle de las antenas que el 22 de junio del 2013 fueron tomando los movimientos del celular que estaba en poder de Ferreyra y que luego fuera requisado por personal de la Unidad Penal II. Ocurre que al momento del hecho el sujeto estaba purgando una primera condena y gozaba de salidas transitorias, circunstancia en que aprovechó para asesinar a Altísimo en su domicilio de Paraje Fray Luis Beltrán, municipio de El Soberbio.
El 21 de junio Lovis Ferreyra salió de la UP II y se dirigió a la casa de su novia, en San Vicente. O al menos eso declaró cuando dijo que el 22 almorzó en casa de una cuñada y que luego pasó toda la tarde con su novia, hasta las 3.30 del día 23, cuando regresó a Oberá,
“Todo falso, al punto que la novia y la cuñada fueron procesadas por falso testimonio”, apuntó la fiscal. Es que si bien las mujeres afirmaron que el 22 de junio Ferreyra estuvo todo el día con ellas, las antenas de telefonía celular permitieron reconstruir sus movimientos y exactamente a las 20.57 lo ubicaron en inmediaciones de la casa de la víctima.
“Lo traicionó su celular”, subrayó Salguero en su alegato, ya que “la información de la empresa Personal permitió reconstruir lo que hizo el día del hecho y que se comunicó con Pereyra Da Costa hasta momentos antes de asesinar a Altísimo”.
“A las 14.16 lo ubicó en El Soberbio, desvirtuando que estuvo en San Vicente; entre las 16.19 y 16.21 estuvo sobre un camino vecinal de Santa Rita, y entre las 16.54 y 17.15 sobre ex ruta 14 y calle Río Colorado, de Oberá. A las 18 otra vez Santa Rita, a las 20.08 en ruta provincial 221 de Colonia Alicia y a las 20.57 en inmediaciones a la casa de Altísimo. Luego, a las 21.17 figura otra vez en El Soberbio”, detalló.

Una familia destruida 

Diana Vanesa Altísimo (25), la mayor de los hijos de la pareja, aseguró que en las horas posteriores al hecho su madre le pidió que esconda el revólver calibre 38 que estaba en la casa y que luego se comprobó que fue el arma homicida.
También le ordenó que lave el lugar donde se desplomó su padre al recibir los cuatro disparos. Además, describió la frialdad de Pereyra Da Costa en pleno velorio: “Yo lloraba mucho y mi mamá me decía que no era para llorar, que me quede tranquila. Pero cómo no voy a llorar, si mi papá era una persona muy buena”.
 Sobre el arma, explicó que su madre le dijo la esconda porque “eso no se podía mostrar a la Policía porque íbamos a ir todos presos. Después me pidió que limpie el lugar donde pasó eso. Yo hice todo lo que me pidió porque nunca pensé que mi mamá tenía algo que ver”.
Al declarar ante el Tribunal Penal la imputada argumentó que en realidad lo que le pidió a su hija fue que lavara la olla y los utensilios de cocina porque tenían restos de comida y la casa quedaría cerrada para preservar la escena.
“Resulta que al marido le pegaron cuatro tiros y ella se preocupó por una olla. Una manifestación defensiva realmente infantil a esta altura de los acontecimientos”, opinó la fiscal Salguero.
En su defensa, Pereyra Da Costa argumentó que su esposo la golpeaba y llegó a decir que tenía otra mujer y una hija en Brasil, lo que no consta en el expediente. Tampoco la favoreció el cambio de versiones.
En consecuencia, para el Tribunal Penal Uno de Oberá quedó probado que la mujer le pagó a Ferreyra para que asesine a su pareja con un arma que ella misma le entregó.
“Yo sufro hasta hoy por no tener a mi papá con nosotros. Tengo una hija chiquita que me pregunta por el abuelo y yo todavía no le conté que también tiene una abuela. Es muy difícil todo”, lamentó Diana, abatida por la tragedia familiar.


(Foto Luciano Ferreyra)

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